Sentada en el único rincón verde que el verano no ha decidido secar observo a mi alrededor la rutina de una multitud de especies. A poco
metros de mi picnic, un conejo de campo, que todavía es un gazapo, está
refugiándose del sol.
Unos pollos de urraca y pito real exigen a sus
padres un poco más de comida mientras aletean sin parar a pesar de que
ya son igual de grandes que sus padres.
Una pareja de trepador azul
recorre arriba y abajo los pinos mientras las mariposas chupaleches
danzan sincrónicamente entre la vegetación. Una cotorra se alimentan de
las cerezas directamente del árbol mientras que un grupo de palomas torcaces
aprovechan las que caen al suelo.
Su rutina transcurre con normalidad,
parece que mi tranquila presencia no afecta a su comportamiento y
empieza a rodearme cada vez más biodiversidad.
Con los prismáticos a mi lado, capturo la presencia de una nueva especie que entra en escena, he conseguido por primera vez observar e identificar, al serín verdecillo.
Posiblemente mientras estoy sentada,
dibujando, no me he percatado de la presencia de otras muchas especies. Contemplar sus hábitos me parece tan divertido e interesante que podría pasarme el día entero aquí sentada.
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